domingo, mayo 06, 2012

Los Incas ya eran "ecologistas" antes que la palabra existiera_Escribe: Wilfredo Pérez Ruiz (*)



A 3.500 msnm, cerca de la ciudad del Cusco, se encuentra Moray, 
posiblemente, el centro de investigación agrícola de los Incas

“No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana;  todos los grados de calor y color, de amor  y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos, utilizados e inspiradores.  No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacamac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Tupac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la  costa y de la sierra; la agricultura a 4,000 metros; patos que habitan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían;  picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo.  Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso.” 

José María Arguedas, en su discurso “Yo no soy un aculturado”

500 años antes de que el alemán Ernst Haeckel introdujera el término Ökologie (Ecología), compuesto por las palabras griegas oikos (casa, vivienda, hogar) y logos (estudio o tratado), ya la civilización inca tenía como política de estado la relación armónica del hombre con la naturaleza.

Ante esta evidencia de superioridad esencial de nuestra cultura ancestral, es necesario rectificar. Volver los ojos hacia nuestras raíces, pródigas en aportes fundamentales para la humanidad. Y, reconocer también, que los continuadores de esa sabia tradición, no están entre los ciudadanos cosmopolitas de nuestro Perú, sino en los campos y aldeas andinas, donde aun siguen latiendo, al unísono, los corazones del hombre y la tierra. (Jesús Hubert)

La ecología en tiempos del incario 

Recordar la herencia cultural de nuestros antepasados debe ser parte de un análisis que facilite recuperar nuestro sentido de pertenencia e identidad y, además, revalorar los conocimientos de los antiguos peruanos sobre el patrimonio ambiental. En ese contexto, es interesante estudiar las crónicas de Pedro Cieza de León, Garcilaso Inca de la Vega y de los padres José Acosta y Bernabé Cobo. Sus documentados escritos detallan el reconocimiento de estos pobladores hacia la vida silvestre, los camélidos y la utilización integral de los recursos naturales, entre otros detalles reveladores. Estos informes revisten un trascendental aporte histórico.

Cieza de León en su obra “La crónica del Perú”, destaca la numerosa población de guanacos y vicuñas en el Imperio de los Incas y su disminución con la llegada de los españoles. Es importante añadir que Garcilaso de la Vega, en su libro “Comentarios reales de los Incas” describe como utilizaban la fibra de la vicuña extraída mediante “El chaco”, cuyas simples técnicas para su captura y esquila son empleadas en la zona andina hasta nuestros días. El Padre Acosta, en su libro “Historia natural y moral de las Indias”, precisa: “…Los incas tenían  prohibido el cazarlas a no ser en  sus grandes fiestas y que su manera de cogerlas fue mediante el chaco o cacería en que se juntaban muchos miles de hombres que iban cercando un  gran espacio de monte y que solían coger 300 y 400. Estos animales son trasquilados y de la lana se hacen cubiertas y frazadas de mucha estima, por que la lana es como una seda blanda y muy durable, de color natural, perpetua”.

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